Detrás de toda decisión política hay un componente ideológico que apunta hacia el cómo se desea un país. Privatizar o no privatizar una empresa propiedad del Estado, no sólo pasa por una postura técnica de pesos más o pesos menos, sino que corresponde a una visión del ¿para qué? de éstas. Según muchos, las empresas son máquinas de rentabilidad monetaria o de influencia política, para otros son iniciativas destinadas a un fin social, de valor estratégico ciudadano, en dónde cada dinero que entra, genera por algún medio, ganancias monetarias, éticas, políticas y/o estratégicas para la sociedad y no para bolsillos de pocos. Esto último tiene sentido cuando existe una visión de país consensuada y transversal, ahí es cuando decidimos en qué nos queremos convertir en 20 años más, por eso la educación, la producción energética y otras áreas claves para el desarrollo deben ser abordadas con cuidado. En Chile las privatizaciones tuvieron su momento de gloria y de desenfreno, se entregaron concesiones con un libertinaje regulatorio vergonzoso disfrazados de “incentivos para la inversión” que ahora permiten, por ejemplo, a la mineras internacionales sacar a costo cero miles de millones de dólares de minerales chilenos, dejando un mezquino pago de impuestos ad-ok. Si vamos a hablar de privatización entonces debemos debatir como sociedad las reglas del juego y el sentido que éstas empresas tendrán, porque una visión de Estado sería por lo social, político y estratégico y otra será la privada: dinero, dinero y más dinero, diálogo que además debe incluir a los trabajadores de ENAP y a sus sindicatos, porque si la decisión sólo pasa sólo por la visión del gobierno, tendremos claro el norte de la nueva forma de gobernar.
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miércoles, 4 de agosto de 2010
¿ENAP para quién? -Columna de Opinión Diario de Concepción-.
Ver original (página2 fecha 3 de agosto) http://diarioconcepcion.cl /
Detrás de toda decisión política hay un componente ideológico que apunta hacia el cómo se desea un país. Privatizar o no privatizar una empresa propiedad del Estado, no sólo pasa por una postura técnica de pesos más o pesos menos, sino que corresponde a una visión del ¿para qué? de éstas. Según muchos, las empresas son máquinas de rentabilidad monetaria o de influencia política, para otros son iniciativas destinadas a un fin social, de valor estratégico ciudadano, en dónde cada dinero que entra, genera por algún medio, ganancias monetarias, éticas, políticas y/o estratégicas para la sociedad y no para bolsillos de pocos. Esto último tiene sentido cuando existe una visión de país consensuada y transversal, ahí es cuando decidimos en qué nos queremos convertir en 20 años más, por eso la educación, la producción energética y otras áreas claves para el desarrollo deben ser abordadas con cuidado. En Chile las privatizaciones tuvieron su momento de gloria y de desenfreno, se entregaron concesiones con un libertinaje regulatorio vergonzoso disfrazados de “incentivos para la inversión” que ahora permiten, por ejemplo, a la mineras internacionales sacar a costo cero miles de millones de dólares de minerales chilenos, dejando un mezquino pago de impuestos ad-ok. Si vamos a hablar de privatización entonces debemos debatir como sociedad las reglas del juego y el sentido que éstas empresas tendrán, porque una visión de Estado sería por lo social, político y estratégico y otra será la privada: dinero, dinero y más dinero, diálogo que además debe incluir a los trabajadores de ENAP y a sus sindicatos, porque si la decisión sólo pasa sólo por la visión del gobierno, tendremos claro el norte de la nueva forma de gobernar.
Detrás de toda decisión política hay un componente ideológico que apunta hacia el cómo se desea un país. Privatizar o no privatizar una empresa propiedad del Estado, no sólo pasa por una postura técnica de pesos más o pesos menos, sino que corresponde a una visión del ¿para qué? de éstas. Según muchos, las empresas son máquinas de rentabilidad monetaria o de influencia política, para otros son iniciativas destinadas a un fin social, de valor estratégico ciudadano, en dónde cada dinero que entra, genera por algún medio, ganancias monetarias, éticas, políticas y/o estratégicas para la sociedad y no para bolsillos de pocos. Esto último tiene sentido cuando existe una visión de país consensuada y transversal, ahí es cuando decidimos en qué nos queremos convertir en 20 años más, por eso la educación, la producción energética y otras áreas claves para el desarrollo deben ser abordadas con cuidado. En Chile las privatizaciones tuvieron su momento de gloria y de desenfreno, se entregaron concesiones con un libertinaje regulatorio vergonzoso disfrazados de “incentivos para la inversión” que ahora permiten, por ejemplo, a la mineras internacionales sacar a costo cero miles de millones de dólares de minerales chilenos, dejando un mezquino pago de impuestos ad-ok. Si vamos a hablar de privatización entonces debemos debatir como sociedad las reglas del juego y el sentido que éstas empresas tendrán, porque una visión de Estado sería por lo social, político y estratégico y otra será la privada: dinero, dinero y más dinero, diálogo que además debe incluir a los trabajadores de ENAP y a sus sindicatos, porque si la decisión sólo pasa sólo por la visión del gobierno, tendremos claro el norte de la nueva forma de gobernar.
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