La construcción de un Teatro
Regional para "fomentar la cultura" comete el mismo error práctico
que la de hacer un estadio -a la europea- para "fomentar el deporte".
Al parecer la clase política en el siglo XXI sigue con su perfil snob
eurocéntrico de la burguesía del siglo XX y XIX, tratando de parecer los “tigres
de América Latina” por la magnitud de sus obras más que por la profundidad y
efectividad social que alcanzan sus políticas en materia de cultura y deportes.
No cabe duda que las artes y la
cultura, en su más amplio espectro, son fundamentales para desarrollar una sociedad
equilibrada e integral. Ahora bien, la cultura tiene que ver con la civilización
humana y sus formas, el arte es una extensión de la expresión humana en un
lenguaje propio y por ende, el acceso a ella no solo tiene que ver con la
gratuidad de los espectáculos para los más vulnerados de nuestra sociedad, sino
también tiene que ver con que las capas sociales más pobres tenga acceso a desarrollar
arte y cultura, a generar expresiones propias de su vida y realidad como medio
para desarrollar su espiritualidad y para relacionarse con el entorno.
Debemos pasar la etapa populista
de los espectáculos gratuitos para los más pobres. Saltar de la caridad
cultural a la producción cultural popular, es decir; crear y financiar los
espacios sociales adecuados para que se desarrolle arte y cultura desde los barrios
y las diferentes comunidades hacia fuera. Hoy la cultura tiene una verticalidad
descendente, y propongo que haya una verticalidad ascendente que propenda hacia
la transversalidad de la construcción socio-cultural de nuestro país. Es hora
de que los niños y niñas de las escuelas no sólo sean llevados de paseo un par
de veces en sus 14 años de formación formal al teatro, sino que ellos puedan
vivir (no sólo consumir) el teatro, la pintura, la música y la poesía desde su
propia escuela o liceo. Pasar, de la entrada gratuita a un espectáculo de fin
de año a las y los vecinos más vulnerados, a poblaciones y organizaciones de
base que aprendan y construyan arte como parte de sus vidas, como vía de
expresión espiritual o de comunicación de sus realidades.
Un tremendo teatro regional,
centralizado en la capital del Bio Bío, no es una mala idea si es que la
reproducción y consumo de cultura y arte se ha democratizado previamente. Pero
será una pérdida de recursos si es que se utiliza para “fomentar la cultura
regional”, porque no lo hará. Un teatro por sí mismo no hace que más gente vaya
al teatro, haga o entienda teatro. Abrir una nueva galería de arte no hace que
las masas sociales sepan más de arte y construyan arte. Si de verdad buscamos
democratizar el acceso y la producción de cultura, debemos partir desde abajo y
desde temprano, de los barrios y desde las escuelas. Si queremos una sociedad
equilibrada, igualitaria en el derecho a la expresión artístico-cultural, los
recursos frescos se deben inyectar en apoyo a los centros comunitarios,
escuelas y liceos, juntas de vecinos y grupos juveniles. Si comenzamos desde la
base social y no desde el vértice, más personas podrán ser parte de la
construcción de las expresiones espirituales de nuestra sociedad y podremos
decir que se está fomentando participativamente el arte y la cultura sin
exclusiones.
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