sábado, 26 de diciembre de 2009

Detrás del Telón



Tengo la idea de que gobernar no debe ser algo fácil, y creo que cualquier análisis contrario se sale de los márgenes del sentido común, aunque pienso que habiendo tanto idiota en el poder, tan complejo no debe ser, y ahí me nace la paradoja y esta reflexión que comparto con ustedes.

Si gobernar debe ser complejo, y tenemos idiotas en el poder, ¿Quién gobierna?. Alguien inteligente de seguro, y creo que son varios los “avispados” que controlan los hilos en el parlamento, y que la gran mayoría de ellos funcionan con el combustible humano del dinero.

Cuando elegimos a un parlamentario, alcalde o lo que sea, ¿Porqué lo elegimos?, ¿Por su currículum académico, su trayectoria, su habilidad retórica, por sus ideas y planes de trabajo, por que es guapo(a)?

Trataré de no cometer un error, el asimilar la inteligencia con la cantidad de conocimiento, eso sería una torpeza de mi parte, dado que la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner me refregaría en la cara que la sabiduría no es sinónimo de inteligencia. Pues bien, entonces qué clase de competencias humanas necesitamos para que un gobernante tenga las habilidades para gobernar, si lo más probable es que no tenga la mayor idea de las cosas sobre las que va a discutir y votar en el parlamento.

¿Podrá alguien saber al mismo tiempo sobre: tenencia responsables de mascotas; energía renovables; aborto; diseños de construcción; economía mundial; ecología; psicología social; educación; salud y otras yerbas del mundo?, pues claro que no, pero ellos legislan sobre estos temas; deciden por los millones de chilenos, sobre su salud, educación, previsión, medio ambiente, etc. ¿En qué se basan para tomar sus decisiones?, ¿Quiénes les dicen por qué sí y por qué no votar tal ley?.

Acá es donde imagino que los parlamentarios y entes de gobierno, dependen no sólo de sus conocimientos y habilidades de transferir esa información en una actividad útil, si no que depende de un equipo preparado en ciertos temas que le orienten a sus decisiones hacia un objetivo mayor definido previamente, a esa concepción macro del país que queremos desarrollar.

Hasta acá me doy cuenta que un político, depende de su capacidad de formar equipos de trabajo y de liderar procesos y decisiones en pos de un sentido global que debe ser construido en base a principios y valores sobre lo que es correcto, de lo qué es mejor para el país y sus habitantes. O al menos eso esperaría yo de un buen político.

Ahora, nadie me saca de la cabeza de que los partidos políticos son los que deciden sobre lo que se vota o no se vota en el congreso, apelando a la “disciplina” del partido. Estos cuerpos políticos administradores de poder e influencias (porque en eso se han convertido), dudo que respondan a sus valores filosóficos e idealismos de los fundadores, si no que se motivan por la conquista del poder por el poder, por el ego y claramente por los intereses económicos. Esto último es prácticamente irrefutable, dado que el dinero es el que decide, quién sí y quién no sale de parlamentario, alcalde y/o presidente; por ende los intereses económicos en las candidaturas y las deudas con los inversionistas políticos son una realidad y están para quedarse.

Si ya tenemos un político que para llagar a ser un “alguien” en la institucionalidad del Estado, le debe favores a su partido y estos a los que ponen las lucas para que el rebaño bote por él, poca independencia le queda para influir en el país que quiere construir.

Patético ha sido ver las cimarras parlamentarias, los casos de corrupción y robo en el Estado, las candidaturas actuales y todo lo que exporta el mundo político a la sociedad civil. Y todo sigue como si nada, claro, la prensa es de ellos, los fondos son de ellos y por ende la información “formal” es de ellos; así cualquiera anda por la vida metiendo las patas y las manos como si nada.

No tengo dudas de que en nuestro país prima el sentido del dinero por sobre cualquier otro, y que nuestros gobernantes no son elegidos por las personas, si no por los poderes económicos (incluida la iglesia católica), ellos son los que determinan que ley se aprueba y cuál no, quién asciende en el mundo político y quién debe ser enterrado, definen la verdad, la cultura y el sentido de la vida; son los dueños de los colegios, de los medios de comunicación, de la fe, de la salud y de la previsión, y dueños del destino político del país.

Considero que la única salida a esta realidad, es la emancipación cognitiva; despertar la conciencia, la educación popular y el rescate de los valores humanistas. La musculatura social es la que debe ser fortalecida para que la re-evolución de la sociedad chilena sea una realidad en un mediano plazo. Hay que apagar la tele, recuperar los libros y el diálogo crítico, hay que salir a las poblaciones, educar, informar y apoyar a quiénes son presa de la hipnosis del modelo imperante. No es un trabajo fácil, pero para cambiar un sistema, lo primero que debe ser modificado somos nosotros, porque podemos morir esperando que algún monigote de partido se le ocurra morder la mano que le da de comer.

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lunes, 14 de diciembre de 2009

Gastronomía política.




Hace no mucho que he metido la nariz en los asuntos de “la política” con el nivel de compromiso e información que tengo ahora. Leyendo y reflexionando más de lo acostumbrado he desarrollado cierto olfato ciudadano que me permite sentir malos olores del ejercicio y de los intereses finales de la política. Los tufillos a mentiras, manipulaciones y engaños son parte del ambiente que se genera al mesclar los condimentos criollos que aliñan el estado del arte político, y considero que en esta primera vuelta electoral se ha preparado la entrada de un plato de fondo que no huele nada bien.

En cocina no hay nada escrito sobre gustos y en la politiquería ocurre algo similar, así como cuando estamos sentados y obligados frente a un menú de comida que no conocemos, donde no entendemos los ingredientes y las preparaciones, dejamos muchas veces que el tincómetro y el dedómetro tomen el control de nuestra ignorancia y/o indiferencia sobre lo que optamos. Ahora, si ya no es primera vez que vamos a ese lugar, tenemos el derecho de dudar sobre servirnos algo que cuando lo probamos por primera vez, nos dio acidez.

Para muchos hay ciertos ingredientes a los que somos alérgicos o nos hacen mal, y que consumirlos provocaría una reacción interna que nos puede dejar en cama por un buen tiempo. Este problema empeora cuando el menú es de sólo dos platos, con ingredientes idénticos y otros similares a los que tienes intolerancia, son platos decorados de diferente forma frente a los ojos, pero sabes que en el fondo todo viene del mismo origen.

Ante esto, si las reservas energéticas son suficientes, podemos optar libremente por un ayuno que dure el tiempo necesario, hasta que algún plato del menú cambie radicalmente. La otra posibilidad, es simplemente que uno mismo imagine, planifique y preparare un plato. De seguro en un principio no será tan contundente ni decorado como el tradicional, y muchas veces será poco digerible mientras buscamos "la" receta, pero durante ese aprendizaje y hasta el resultado final, tendremos la seguridad de que los ingredientes que contiene son productos de la propia huerta.

¿Alguien nos acompaña a cocinar?

http://www.miocid.cl

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domingo, 6 de diciembre de 2009

¿Qué significa decir, “yo voto por la persona”?


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Escuchamos en la actualidad un discurso recurrente en la ciudadanía frente a los candidatos y sobre su opción de votar, hablan del “votar por la persona”, de marcar el voto por un tincómetro personal que relaciona la imagen particular de un candidato y con una supuesta mayor capacidad de gestión política o simplemente la confianza de que “haría bien las cosas”, o un patético “me tinca ese gallo”, como si fueran a arrendar una película el fin de semana.

La pérdida de las ideologías políticas producto del abandono de los deberes sociales de los partidos, de la mano con la ideología de la bruteza mediática del modelo neoliberal, han secuestrado la capacidad de la “gallada” de analizar y comprender el funcionamiento de una democracia y de los roles de nuestros representantes.

Dudo que quienes hablan sobre votar “por la persona” hayan analizado en profundidad sobre qué construyen esa imagen, porque no es -la persona- la que creen conocer, es su concepto mediático, es lo que nos quieren mostrar sus asesores e influencias detrás de los millonarios recursos que se invierten para transformar a un bruto en un gran agente de estado y docto intelectual social.

El marketing político ha tomado el rol que antes tenían las concepciones de sociedad, las utopías urbanas y de Estado, los principios y valores ideológicos. Los jingles y “cuñas” bastan y sobran para que la dueña de casa y el profesional joven decidan por quién votar, lo importante es que la frase e imagen sea cercana y convincente, y por cierto se preocupen de los problemas -reales- de la gente. Los discursos políticos son más cercanos a una campaña de publicidad que a una manifestación intelectual del hacia dónde y el cómo llevaremos a nuestra sociedad a un bienestar colectivo.

Muchos de los candidatos no enfrentan sus posturas ideológicas con la contraparte, ¿Para qué?, si es un riesgo para muchos que saben que no saben y que, con la suficiente cantidad de carteles y jóvenes adolescentes entusiastas con banderas, tienen asegurados un cupo en el congreso o en la moneda. Lo que amarra a las elecciones a recursos e intereses económicos, lo que no es bueno para ninguna democracia.

Decir que se va ha “votar por la persona” no sólo es una manifestación de pobreza en principios y convicciones, característica de nuestra cultura social no reflexiva e individualista, si no que también es muestra de que la “elite política” criolla, se puede dar le lujo de elegir a personajes por sus competencias mediáticas más que por sus reales capacidades de gestión y liderazgo político, manteniendo de esa forma una uniformidad de ideas y valores que mantendrán al país en el mismo insomnio ideológico y el mismo letargo ciudadano por varias décadas más.

Ante este escenario, es responsabilidad del votante revisar su postura social y política, ser responsables a la hora de votar, y no entregarse a las manos de los medios de prensa corporativos y a la manipulación marketera de los partidos. Se dice que cada pueblo tiene a los gobernantes que se merece y a mi parecer ha llegando la hora de algo mejor, pero eso depende solamente de nosotros y de cuánto nos esforcemos como ciudadanos en exigir mejores representantes y no conformarnos con una imagen publicitaria digna de un nuevo producto para lavar la ropa.
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Red contra la Violencia doméstica y Sexual

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