Todas las personas humanas tienen
el derecho a la libertad de experimentar su espiritualidad como más le acomode
y le haga sentido, siempre y cuando esta forma no atente contra la vida,
dignidad y derechos fundamentales del resto de la sociedad. Los laicistas
defenderemos siempre el libre pensar y el libre creer en la civilización humana.
Por lo mismo, ante las múltiples diversidades de formas de desarrollar el
espíritu, es que debe existir una garantía neutra en lo referente a lo público
para que este espacio de todas y todos no sea intervenido por favoritismos confesionales.
Ahora bien, los encuentros entre
ateos y creyentes son inevitables, el espacio es común y la dialéctica surgirá en
el mismo instante en que lo humano se torne tema de conversación y debate. Para
un ateo es posible vivir sin dios o dioses, nos rige la razón y la ciencia, la
evidencia y la lógica. Asumimos, sin angustia, que existen fenómenos que son
inexplicables hoy en día, pero ello se deriva de nuestros propios límites
intelectuales, científicos y/o tecnológicos. Hace 2000 años los eclipses eran
producto de la magia y de los dioses, la menstruación era un la marca de
impureza de la mujer y en plena edad media los esquizofrénicos era almas poseídas
por el demonio, ejemplos como estos son interminables. La dicotomía entre la
razón y la fe es profunda, la primera se basa en afirmaciones que se sustentan
en la evidencia y en el pensamiento crítico, en la duda y la confirmación
científica, por su parte, la fe es asumir realidades sin evidencia, con
irracionalidad, es creer que las cosas son de cierta manera porque simplemente
están fuera del plano de lo humano, sino en el plano de lo divino, de lo mágico
y por se asumen con resignación y sin cuestionar.
En nombre de la ciencia no ha
habido guerras ni matanzas, no hay odios entre pueblos ni genocidios, en cambio
en nombre del “dios verdadero” civilizaciones enteras han dispuesto de su gente
para derramar sangre en contra de los infieles. Esta evidencia es fuerte, pero
los actuales creyentes lo toman como “hechos del pasado” o “de otras religiones”
como los musulmanes fundamentalistas que hoy en día son los que -la llevan- en
esta guerra contra los enemigos del “señor”. Ahora bien, si hay alguna iglesia
que ha matado y torturado gente en la historia de la humanidad es la cristiana
y puede ser otra vez una realidad si el fanatismo toma el control de las mentes
débiles como lo ha hecho durante la evolución de nuestra civilización.
Una de las cosas que le cuesta
entender a un creyente es que el ateo no debe demostrar que dios no existe para
poder ser ateo, esto es tan estúpido como tener que demostrar que las hadas
madrinas no existen para afirmar que no existen, pues lo -demostrable- es lo
que deja evidencias comprobables y repetibles, bajo un método y lógica
racional, lo que no existe no deja evidencias y por ende es incomprobable.
Quien afirma la existencia de algo es quien debe demostrarlo, es por eso que
las religiones han recurrido a todo lo inimaginable para justificar la existencia
de su dios y sus reglas, y toneladas de esa mitología con el paso de los siglos
se han derrumbado gracias a los avances de la ciencia y del pensamiento humano.
Hoy en día la religión se sostiene “argumentos” como los milagros y los
espacios que deja la ciencia en sus limitaciones para dar respuesta a ciertos
fenómenos.
Un creyente no permite que la
casualidad y la espontaneidad sean parte de los procesos de la naturaleza y del
universo, “todo tiene una causa y un origen” dicen, pero ¿cuál es el origen y
la causa de dios? ¿Dios mismo? Esta contra argumentación deja al creyente en la
misma encrucijada de su argumentación, entonces, frente a la incapacidad de
responderse a sí mismo acude a la mejor herramienta con la que cuentan los creyentes
que se resume en frases como: “dios sabe porqué pasan las cosas” junto con esta
“los misterios de dios están fuera del alcance del hombre” y por último mi
favorita “los que no creen en dios, jamás podrán entenderlo”.
¿Acaso ser creyente da poderes
especiales? Acá entramos en los encierros seudológicos y a los laberintos sin salida
de los postulados de los creyentes. Juegan hábilmente con lo desconocido y lo
transforman en argumentaciones que pareciesen sustentarse en el objetivismo. Si
yo no creo en dios, entonces no lo puedo entender, pero si le pido a un creyente
que me explique los misterios de dios y de su creación (él cree y por ende
puede entender) me dice, “no saco nada con decirte algo, porque no entenderás
ante la ausencia de fe”, y te deja donde mismo, en un plano de debate donde no
puedes competir, pues la razón no es capaz de comprender lo religioso ante la ausencia
de “la fe”, como si “la fe” fuese un -poder divino- de asumir como ciertas
(verdades), cosas sin razonamiento, es un bypass
de verdad revelada a la mente sin digestión, es decir, es una orden de a ciegas
y sin cuestionamientos.
Por ejemplo, ante mi interrogante
en Facebook a unas creyentes sobre el por qué dios permitía que miles de niños
en África mueran de hambre todos los años, una de ellas me responde lo
siguiente:
“ Creyente: Dios
sabe el por qué de las cosas, él que cree en él entiende y el que no jamás lo
entenderá! ...
Yo: Toda la
razón, un ateo nunca entenderá por qué los creyentes creen y
"entienden" que la muerte de más de 5 millones de niños al año por
hambre tenga un sentido.
Creyente: Nadie ha
dicho que tenga un sentido la muerte de una persona, a nadie le gustaría pasar
por eso, no es de ser fría ni nada por el estilo, quizás ellos no tendrán la
culpa de estar en esos lugares y en esas condiciones, pero sus creencias son
otras, su adoraciones son para otros, y Dios en uno de sus mandamientos dijo
" No tendrás dioses ajenos delante de mí", obviamente como dije quien
no cree no entenderá jamás ...”
Este es un cruel ejemplo de lo
que exponía, es más, la joven expone que los niños africanos al no ser
cristianos (infieles) están expuestos o merecen pasar por tales sufrimientos
pues no cuentan con la “gracia de dios” al no creer y adorarlo a él. Esta misma
lógica ha permitido asesinatos a pueblos enteros durante miles de años. Es más,
dentro de nuestra historia moderna, durante la dictadura militar, muchos “creyentes”
justificaban los asesinatos a comunistas pues como eran ateos eran “humanoides”
sin alma y por ende no era pecado acabar con sus vidas.
Una alumna después de una clase
donde expuse que “si todo es obra de dios, los homosexuales son obra de dios y
como dios es perfecto no se equivoca, y al no equivocarse los homosexuales no
son un error, son hijos e hijas de la misma naturaleza divida y perfecta de
donde todo se origina”, y me dice; -los
homosexuales no son obra de dios, son obra del pecado. El mal al igual que el
bien origina cosas, y los homosexuales son hijos e hijas del pecado, no son
obra del señor, por ende no son naturales y deben prohibirse- No le quise
responder nada, pues tenía una lógica mitológica muy bien maquinada, y sería
imposible razonar con ella, pero es importantísimo reflexionar sobre lo que me dijo, ella presenta lo que justifica a
muchos cristianos para agredir verbal, legal y físicamente a los homosexuales y
transexuales. Dentro de la mitología cristiana, el mal se origina de un ángel
caído, del demonio, de Satanás, de Belcebú, etc. Y por ende él es capaz de
hacer torcer lo bueno que ha hecho dios para hacer que los pecados cobren
formas humanas y no sean sólo hechos malignos. ¿Qué le podemos decir a un
evangélico convencido que el demonio es el origen de todo mal? ¿De qué sirven
los cerros de artículos científicos que demuestran que la homosexualidad no es
una enfermedad sino una condición natural de lo humano? “Ante la estupidez
humana ni los dioses pueden” decía Isaac Asimov, escritor ateo de ciencia
ficción en uno de sus libros (Los otros dioses) y yo estoy de acuerdo con él,
hay cosas que son inviolables, como la fe ciega y la necesidad de algunas personas
de aferrarse a una verdad ante su incapacidad o flojera intelectual de
encontrar la propia.
A veces me pongo a pensar si es
posible una sociedad humana sin dioses, magia y mitología, sin odios y sin
dogmas absolutistas y aún no tengo respuesta, pero Einstein ya lo planteó “sólo
la estupidez humana y el universo no tienen límites, aunque del universo no
estoy muy seguro”.
Los ateos seguiremos siendo
bichos raros en una sociedad sustentada en una cultura mitológica de verdades
aceptadas sin razonamientos, una civilización construida en sangre y fuego para
imponer un dios y su verdad por sobre otros. Deberemos seguir luchando por la
búsqueda de la verdad mediante la ciencia y la reflexión racional sin miedos,
pues es un deber ético de todo librepensador humanista, buscar la felicidad y
la sustentabilidad de la especie aunque esto moleste a los creyentes, porque el
ateísmo es un piedra en el zapato de su fe, porque somos ejemplos andantes de
que sin dios ni dioses se puede vivir con rectitud, con amor y sin miedos al
sufrimiento eterno.
Tendremos que seguir soportando a
las y los ofendidos con nuestra forma de vivir, porque existe en el creyente la
convicción absurda de que la argumentación racional es en sí una agresión a la
fe, es un sin respeto al culto de lo mágico, es una ofensa a sus visiones
confesionales. Este daño ficticio es un mecanismo de defensa propio de toda
religión que se cae a pedazos ante lo insustentable de sus cimientos. El
creyente que duda siempre se sentirá agredido frente a alguien que dice no
creer en un dios, porque lo obligas a tener que pensar de por qué él cree, pues
como uno no tiene que explicar su ateísmo el sí se ve forzado a tener que
sustentar su fe, y como ya lo expuse, mediante la razón es imposible hacerlo,
porque es incompatible pensar con lógica racional y creer en dios al mismo
tiempo.