viernes, 29 de junio de 2012

ME ADAPTARON


Me es posible pensar mis emociones, pero me es imposible separarlas de los pensamientos, quizás las pueda intentar contener o moderar pero lo que siento es lo que hago.  Así de simple.


A veces es incontenible la cantidad de cosas que pasan por mi cabeza, mi cerebro funciona independientemente de mi voluntad, al parecer le llaman pensamiento disperso o múltiple, también he leído sobre el pensamiento divergente, etc. Por ejemplo, mientras escribo este texto, mi mente piensa en algún rincón sobre los desafíos de mi carrera política y sobre el clima, abro cada cierto tiempo las redes sociales para ver si ha pasado algo interesante en mi mundo y selecciono y escucho música desde Youtube. Toda la vida he sido igual, a veces me concentro por horas en algo que me llama la atención y el tiempo se acorta, otras veces me veo forzado a hacer cosas que no me interesan y el tiempo se hace tan largo como la esperanza y mi concentración migra hacia pensamientos que me son más agradables o interesantes. Frente a este tipo de personas el “sentido común” del modelo capitalista creó una enfermedad o -condición- de personas; nos clasificó como niños con déficit atencional y si éramos además inquietos, es decir con la necesidad de movernos para pensar “sufríamos” de  hiperactividad, es decir, había una forma de ser humano que no está en línea con las necesidades modernas y había que rectificarlo.
Es una forma de ser no sostenible para un mundo donde la uniformidad es la norma útil. Esta distinción fordiana de la producción de seres humanos tiene mecanismos de control mediante drogas como el Ritalín (metilfenidato) y tiene además el peso de los paradigmas del sistema para llegar a ser “alguien útil” en la vida. No puedo detener la rabia que me produce el haber sido drogado por más de 12 años, fui amoldado mediante anfetaminas para ser -como los demás-, y de seguro en esos tiempos de máxima capacidad de adaptación cerebral fui desplumando de capacidades cognitivas y de habilidades que nunca más podré recuperar. El mundo es un secreto infinito que, para una mente curiosa, es una maravilla que no acaba nunca de impresionar y por ende de estimular. No culpo a mis padres por esto, ellos querían lo mejor para mí en esos años ochenta y noventa, época en donde la sociedad chilena se encontraba bajo la construcción de una conciencia colectiva que fuera acorde con el país y sociedad que querían construir los promotores del descontrol del mercado, el discurso académico y mediático apuntaba a formar una masa productora/consumidora de bienes innecesarios para la sobrevivencia de la especie, pero útiles a la sustentabilidad de los privilegios del 1% de la población mundial.

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