martes, 20 de abril de 2021

Despertamos, pero cuánto y por dónde.

Chile despertó ¿pero se levantó por el lado izquierdo o por el derecho de la cama? Sin duda los matinales hoy tienen como espectáculo el debate político, sin duda este año iremos a más elecciones que quizás en ningún otro, mas no sé si eso se pueda traducir en organización política transformadora (reformista al menos) con capacidad de sostenerse en el tiempo. Tiempo necesario para madurar y construir poder para hacer el contrapeso a las y los mismos de siempre. Correlación de fuerza le llaman, y ésta habita en el "the realpolitik", es decir, más en lo que tenemos que en lo que se supone que deberíamos tener. REALISMO

Luego de leer la última columna en El Mostrador de Edison Ortiz Gonzalez, tuve que pedirle que me detallara su término de -turbopolítica- que me pareció intrigante; consistiría a grueso modo, en una política que consume una enorme cantidad de energía, pero con la salvedad que no llega a nada realmente distinto al final de todo.

No nos vaya a pasar como izquierdas el estar en una situación similar, que al final de todo el desgaste y sacrificio terminemos más menos donde mismo, porque no tuvimos la capacidad (y acá creo que tenemos un serio problema de maduración colectiva) de generar apego al orden, disciplina, métodología y perseverancia táctica en un marco de estrategias colectivas concertadas y respetadas por amplias mayorías transformadoras. Hoy el espíritu de los tiempos es la improvisación ante la "liquidez" de nuestra era, el asambleísmo horizontal ante la desconfianza al fenómeno de la representación, el consumo de información -a la carta- mediante redes alternativas a los formatos más tradicionales/formales, los liderazgos situacionales son la moda por sobre la delegación de poder mediante investiduras en cargos institucionales. Estos y otros fenómenos me dejan con la duda de cómo luego de tanta energía (el turbo del estallido, retomando la idea de mi amigo Edison) se consolidará algo muy diferente a lo que había previo al estallido. Y con esto no me refiero a que no hay hoy un nuevo estándar de exigencias y mínimos tolerables para practicar política en espacios de gente "despierta", sino apunto la interrogante a si un sistema tan laxo y ameboso como los que hoy vivimos como espacios políticos, podrán lograr una eficacia en un breve plazo como para lograr disputar el hábito político con el cual cargamos desde que le hilo negro existe, pero en plazos de mediana y larga mirada.

Está muy interesante ver y ser parte de los ajustes organizativos de la política más cercana a los sectores que gozan de poca o ninguna soberanía sobre muchas decisiones que determinarán sus vidas.



jueves, 14 de febrero de 2019

Opinión: "No me digai regionalización"

 


(Foto de La Nación.cl)

-No me digai regionalización-

El "no me digai lo que tengo que hacer" del ministro Chadwick al intendente Ulloa fue un ejercicio de <poder y sometimiento> espontáneo y completamente natural, pues dentro de las organizaciones de carácter oligárquico la posición -correcta- dentro del poder, de cada quien, es esencial para el orden y duración de la estructura que sostiene los privilegios en pocas manos. La cultura autoritaria no sólo presenta a la obediencia como el elemento más figurativo, dado que también está el que su poder concentrado adquiere cualidades sacras que lo hace intocable, ya sea desde el cuestionamiento crítico como desde la autonomía del subordinado en la toma de decisiones. En el primer caso se deben obedecer las órdenes centrales "sin levantar olitas", y en el segundo, está prohibido cualquier acto de iniciativa propia, por urgente o asertiva que sea.

Ulloa tuvo la pésima idea de querer mostrar cierto oficio como autoridad local frente al ministro del interior y la ciudadanía. Apurarlo en el punto de prensa, ese atrevimiento de darle instrucciones, de tomar la batuta correspondía ciertamente, en los códigos de la cultura del lumpen oligárquico, a un desajuste en el orden de las cosas.

El centralismo refiere a la concentración del poder en sus múltiples dimensiones, y supera el imaginario de apuntar a la territorialidad de la capital, pues ésta densidad de privilegios y poder tiene que ver más con la pertenencia a una clase social que por las cualidades geográficas de una ciudad. Bien sabemos que la oligarquía vive, estudia, se reproduce y vacaciona en los mismo sitios exclusivos. Y ésta endogamia de influencias se asienta y se enquista donde la historia le determine, haciendo de Santiago en nuestro caso, el panóptico para gobernar el país.

La "autoridad" regional designada olvidó que no participa de esta oligarquía con pedigree, sino más bien es un funcionario de ellos que descuidó <su lugar> dos veces; tanto cuando con el contralmirante Huber salieron a informar la ejecución (con toda la autoridad constitucional de respaldo) de su toque de queda fallido, que fue desautorizado por el ministro de defensa Espina, como en este último vergonzoso momento en que le corrigen como a un niño que porta mal frente a las cámaras.

Existe una sostenida resistencia desde la oligarquía centralizada en delegar poder real a la futura figura de Gobernador Regional, es más, aún está en duda si es que se llegarán a hacer las elecciones para éste nuevo cargo durante el 2020. Los que nos sentimos <viudos de la batalla de Loncomilla> añoramos con esperanza que despierten en el Bio Bío una dignidad colectiva y la voluntad aguerrida que nos permitan levantarnos, desde nuestro territorio, en contra de la excesiva concentración y abuso de poder político y económico que ejecuta la oligarquía a 550 km de la frontera ribereña del Wallmapu.


--Francisco Córdova Echeverria



martes, 12 de febrero de 2019

Columna opinión: Las termitas públicas

Las termitas públicas

por @fcordovae 

Si no hay ley que lo prohíba, no hay ética a la cual someterse. Todo está permitido si no hay una condena legal específica que les amenace con multas (irrisorias por lo demás) o cárcel (cosa que no sucede) ante una conducta reñida con el bien común y la rectitud. Así funcional las "termitas públicas", funcionarias y funcionarios formados en su mayoría dentro de partidos políticos de la transición que se han dedicado esencialmente, a inocular éstos funcionarios "de confianza" (da lo mismo si son idóneos para el cargo) en todo el entramado público. Las termitas públicas al igual que los insectos, son una plaga para la integridad de la estructura de nuestra sociedad e inconsistente democracia, y es prácticamente imposible deshacerse de ellas, pues resisten a cuanto químico o normativa que se les aplique.

Sus argumentos los hemos podido leer y escuchar por los medios muchas veces: "es completamente legal lo que hicimos", "no hay denuncia ni procesos, todo está dentro de la ley", "la ley no nos prohíbe ni nos obliga, así que lo podemos hacer si queremos". Porque para ellos lo legítimo, lo ético, lo decente radica y se delimita por lo que la ley obliga o prohíbe, leyes que claramente son escritas por los que han tendido, turnándose, el poder en los últimos 40 años. La moral (costumbre) y la ética (argumentación de esa costumbre) están para ellos en un plano ajeno a sus deberes como hombre y mujeres de servicio público. Millonarios viáticos, lujosos viajes bajo excusa de dudosas capacitaciones o comisiones de lo que sea, servidumbre, exigencia de pleitesía y trato especial para dónde van, normativas públicas a la medida en casos de corrupción, e incluso trato especial del ministerio público y de la justicia en general, todo ello dentro de sus hábitos y costumbres de y para la clase política. Las termitas públicas comen bien, mejor que las mayorías para las que suponen que trabajan.

Cuando son descubiertos en sus frescuras, todo es culpa de errores involuntarios (da lo mismo si cuestan decenas o cientos de millones de pesos de nuestros impuestos), por falta de experiencia, o lo que es más interesante, el problema al final recae en quiénes denuncian y acusan sistemáticamente a los representantes políticos, pues eso de fiscalizar está bien, pero que no moleste tanto pues se puede afectar el "correcto funcionamiento del país", tal como lo dijo sin vergüenza alguna el fiscal nacional Jorge Abott como muestra de su desidia en las investigaciones de políticos corruptos. Y este es un punto a considerar, el de nuestra cultura sudamericana y especialmente de la nuestra, la chilena, esa donde ser "pillo" y sacar ventaja de otros es en esencia la base de éxito y el sinónimo de inteligencia. Acá en Chile nos gusta olvidar, o mejor dicho, ignorar la plaga. Nos espantamos inmediatamente cuando vemos una termita pública pero así como llega la rabia, ésta se difumina y luego se acomoda a la rutina del día a día. Con el abuso de la -verticalidad integrada- en salud y de las Isapres ya daría para una paralización nacional y un escándalo mayúsculo por violencia sanitaria… pero no. Somos mansos.

No nos gusta que se destaque insistentemente lo currupto, lo inmoral. Somos el país de la hipocresía, por un lado sacamos carbón en una isla rica en biodiversidad a punta de explosiones y por otro lado decimos que estamos trabajando firmemente contra el cambio climático. Todos exclaman con los brazos al cielo por los niños del Sename, pero nadie quiere cerca una casa de acogida de menores. Se exige más presencia y participación ciudadana, pero si nos ponemos duros y firmes, pasamos a ser molestos opositores al progreso. Porque al chileno no le gusta ver lo negativo, no le gusta tener que sentir la realidad en cada minutos, es mejor evadir y continuar pues "mañana hay que trabajar igual".

Y así estamos, viendo a una (neo)oligarquía formada post dictadura enquistada como una lombriz solitaria en los intestinos de SU Estado subsidiario, no incomodada por los medios de los cuales son también dueños (además, salir todos los días a darle a los corruptos sería ser algo de mucha odiosidad ¿cierto?) y siempre en tregua mutua acordada corporativa y tácitamente algunas veces y descaradamente en otras, para no agredirse mutuamente, pues está bien pegarse durante las elecciones pero no para que nos matemos se dirán, dado que hasta ahora alcanza para todos.

En resumen mis estimadas y estimados lectores, las termitas públicas que roban, ¡oh perdón!, quise decir que -se equivocan- al mover dinero públicos de aquí para allá, que hacen contratos millonarios bajo una espesa niebla de pepeleos sin consulta alguna a la ciudadanía, sin democracia ni debate de por medio, mas todo legal y apegado a la normativa, no responden a elementos valóricos de bienestar colectivo y de servicio a la comunidad, y menos tienen como fin el fortalecer la democracia y la transparencia de la gestión pública. Tiene su propia (a)moral e intereses, justificada por la costumbre y sostenida históricamente por el poder mismo que tiene el estar en situación de privilegios. Ello con total impunidad ya sea institucional como social. Pues no sólo fallan los organismos que dicen y están para garantizar la probidad y transparencia con los dineros del fisco, sino también fallamos nosotros como sociedad civil al permitir que todo esto ocurra sin que se sostenga una indignación y presión popular para acabar con los y las caras duras.

Vecinas, vecinos, bien sabemos que ésta plaga de corruptos está viva, y que surge en las profundidades de los hábitos políticos de los partidos de la transición, y así como viven los insectos originales de mi analogía, éstos otros isópteros políticos también esperan como fin último poder morder un palito de vez en cuando, si la oportunidad y nosotros se lo permitimos.



--
Francisco Córdova Echeverria



Red contra la Violencia doméstica y Sexual

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