jueves, 27 de mayo de 2010

El placer de razonar y el dolor de la verdad oculta.




No es para nada fácil saber por dónde un quiere comenzar cuando se trata de escribir sobre el pensamiento de lo que uno está pensando. Me hago juicios a mí mismo, me comparo y me valoro, me analizo y me cuestiono, me exijo y me aliento, el narcisismo de la metacognición no permite que la espontaneidad de mi conciencia vague sola por los caminos de la vida, la quiere controlar, la quiere manipular, la quiere subyugar, quiere que la razón sea la ruta que debo trazarme en la vida.

Antes pensaba que las emociones eran estados independientes del control de la razón, pero no era tan así, tuve que dejar de decir tan campantemente “las emociones se sienten y punto”, dado que las emociones en un ser son parte de la biología del individuo y como tal hay nexos no sólo con los sistemas vegetativos del sistema nervioso, si no con la musculatura, las víceras, el sistema sanguíneo y claramente con la razón, dado que siempre podemos ser conscientes de que “algo nos está pasando” y que sentimos un estado diferente al que percibíamos unos minutos atrás. Ese puente delgado que los une la emoción con la razón debe ser fortalecido para no ser puramente reactivo frente a tal o cual expresión de nuestras emociones. Uno de los textos que me ha ayudado a comprender más sobre las emociones y los sentimientos, su expresión fisiológica y sus nexos con nuestras acciones es “La biología del emocionar y el Alba Emoting” de H. Maturana y S. Bloch, el cual deja claro (al estilo Maturana) que las emociones son las áreas o los caminos de relación entre diferentes individuos y que su manifestación es el llamado sentimiento. Las emociones dice, son vividas de forma particular por cada individuo y que cualquier expresión que hagamos frente a la emoción del otro, lo hacemos bajo nuestra propia experiencia y que su manifestación debe ser dentro del lenguajear propio del ser humano que nos hace ser humanos. Para los que no han leído a Humberto Maturana los invito que lo hagan, pero les pido que le tengan paciencia, dado que es un tipo que tiene una forma de expresar lo que desea expresar extremadamente particular y requiere un grado de compromiso por parte del lector para seguir adelante con la lectura y claramente un afán de esforzarse por entender qué me quiere decir.
Maturana en su libro, deja claramente establecido, bajo su punto de vista, que las emociones sólo se viven y punto. No se controlan ni se desean, son parte de la capacidad de reacciones que tiene el ser biológico ante cambios y/o señales del sistema biológico interno o del exterior que provocan que ese individuo modifique su estructura para reaccionar frente a tal situación. Ahora bien, esto no significa que no podamos ser conscientes de nuestras emociones, si no que no podemos hacer nada para evitar que estas se manifiesten a no ser que nos entrenemos espiritualmente para expandir y fortalecer e vínculo neuroquímico entre la razón y la emoción, y ese es el punto que a mí me parece interesante.
Personalmente creo que las emociones son expresiones de la naturaleza en nuestro vivir que se establecen para poder generar un acuerdo de comportamiento entre el medio y el individuo. Es más, considero a las emociones y sus expresiones no humanas, es decir las alejadas del lenguajear, son la primera codificación de entendimiento entre los seres vivos y entre los seres vivos y la naturaleza.
Hay cosas que son universales a los organismos biológicos dado que los principios de homeostasia son prácticamente los mismos, y hay cosas que son universales para el ser humano, sin importar la cultura en que te hayas inserto. Todos los hombres (como especie) se maravillan con una puesta de sol, gozan con un perfuma y lloran la muerte de su amor. Los problemas del ser humano son sin tiempo, sólo se modifican según los avances de la ciencia, pero siguen siendo los mismos que hace 10.000 años; reproducirse, acompañarse, destacarse, sobrevivir, abrigarse del frío, alimentarse, posicionarse en la tribu, no enfermarse, obtener más herramientas, competir, destruir, apropiarse, gozar, etc. Todo eso que hace del humano un ser humano, incluyendo el lenguajear para no dejar fuera la tesis de Maturana.
Ahora bien, retomando lo que quería expresar cuando comencé a golpear con los dedos el teclado de mi laptop, las emociones son un kit de modificaciones biológicas que vienen de fábrica con el ser humano y que condicionan nuestro relacionar con los demás, pero que al estar sujetos, fuerte o frágilmente con la razón tenemos una posibilidad de hacernos cargos conscientemente de lo que estamos sintiendo (quiero recordar que sentir es producto de la interpretación de la emoción por parte de la razón o consciencia que se produce por la capacidad del ser humano de poder utilizar el lenguaje consigo mismo). Pero para esto debemos desarrollar un capacidad de razonamiento muy entrenada y con un nivel de autoconocimiento y introspección que nos permita alienarnos de nosotros mismos y ser conscientes de nuestra conciencia, para luego comprobar si nuestra moral y valentía nos permitirá sacar al cuerpo de ese estado tan cómodo para la voluntad como es el expresar una emoción sin razón.
Lo que sí hacemos, producto de nuestra influencia cultural, es la contención de la emoción bajo un acto voluntario lo que no evita que tú sientas y lo peor que no se note. Este moldeamiento cultural es necesario para evitar el desborde emocional puro dado que en la sociedad contemporánea la pureza de nuestra naturaleza no tiene cabida, esa es la gracia de vivir en sociedad en la actualidad, ser lo que la sociedad y sus tendencias quieren que tú seas. Renegar de eso es un gusto y una carga que pocos pueden soportar, espero estar dentro de aquellos.
Los hombres que meditan, que reflexionan su vida, a esos que la metacognición no es ajena, rara vez pierden el control de su accionar frente a un estímulo que genera cambios en su emocionar, dado que desarrollan una capacidad de pensar antes de que los efectores de nuestra emoción ejecuten impulsivamente su acción. Lo que no está modelado por la moral social (en mi país predomina la cristiana romana), es muy complejo contenerlo y manejarlo. El deseo sexual, los placeres y la libertad de pensamiento, todo eso vedado por la fe y su yugo imbecilizador no es difícilmente reprimible por uno mismo, se hace sin mucho esfuerzo dado que los códigos sociales ya están asumidos por la costumbre de ser un ser social. En cambio la violencia, el odio, el rencor, la ira, la mentira, el éxito, el individualismo y el yoyoísmo, son expresiones humanas aprobadas y ejercidas por la autoridad moral predominante y actualmente tienen una hegemonía evidente y validada. Pero como nuestra vida es de apariencias, y la sociedad es un baile de máscaras descarado, gozoso y libidinoso debemos maquillar nuestras acciones con un discurso y una postura que se enmarca dentro de lo que debería ser correcto, ejercicio que es muy propio del ejercicio del cristianismo chileno, es que dice ser “a mi manera”.
Ahora, cualquier fanático dirá que estoy atentando contra la fe y su ejercicio, que tengo alguna animadversión contra el cristianismo, contra los curas y las monjas y creo que están en ciertos puntos muy en la razón y en otros muy equivocados. Ahora bien como mi intención en este texto no es explicar mi relación con la fe y menos con el cristianismo, sólo quiero dejar en claro que mi referencia apunta a la inconsecuencia entre el ejercicio de un discurso y el ejercicio de los actos de quien emanan esos discursos.
El cristiano católico chileno es la máxima expresión de la acomodación entre lo que se debe hacer y lo que se hace a la pinta de uno, un encaje inducido entre la retórica moral y el ejercicio de la vida. Esto de tener un dogma religioso “a mi manera” es tan interesante como decir que uno está en contra del asesinato (porque así un superior me lo dijo) pero sí es bueno y válido a asesinar a algunos otros (porque así yo lo quiero). Otro ejemplo es el discurso patético de la “solidaridad del chileno”, que no es más que una exageración de un acto de caridad limitadamente temporal y mayoritariamente medíatico y sensacionalista que se ejerce en uno u otro show televisivo en donde el sufrimiento es la espuma que hace que el rating escale a las nubes del exitismo de aquella caja maldita, nombre de como me gusta llamar a la televisión. El Chileno no es solidario por genética, no es un tipo que deje de tener cosas para permitir que otros también tengan, para nada, seamos francos y no timoratos. El chileno contemporáneo es un tipo capitalista, acumulativo, que debe concretar su éxito en un auto y casa antes de los 10 años de titulado, debe ser ese anhelado “alguien en la vida”, ser reconocido, lograr la plaquita con nombre por fuera de la puerta en una oficina amplia y silla reclinable, debe ser el profesional de la salud con más postgrados y equipos que facilitan y mejoren tratamientos que nadie puede pagar, debe ser ese negrito de Harvard que tiene más fotos con el gurú del capitalismo contemporáneo y dedicarse a agitar su blackberry hasta mientras defeca para mantenerse informado y serio. ¿Cómo no acordarme de mi querido Principito y sus personajes planetarios que nunca pierden vigencia?
Algún sensible o dolido me dirá que no todos son así, y le diré: claro que no, son casi todos así y casi todos dicen no serlo. Nuestra cultura de no ser lo que decimos ser está tan arraigada que es un sacrilegio opinar otra cosa, se ofenden y te culpan de ser un pesimista, un amargado y claramente un resentido[1]. Eso sólo reafirma lo que planteo, no sólo porque nadie se puede sentir ofendido si dicen algo que es mentira y que no va dirigido a su nombre, si no porque está reaccionando desde su emocionar sin pasar por un filtro básico de razonamiento que es la duda. Lo que no se duda no se mejora, así de simple, si no dudas de ti mismo harás siempre todas las cosas de la misma manera dado que entenderás que es la forma correcta de hacerlas, perdiendo en esa forma la capacidad de evaluar tu desempeño y claramente de tomar decisiones de tus desaciertos. En este punto el ego es el capitán del equipo, dado que es una emoción de protección ante la inseguridad que uno tiene frente a nuestra evidente fragilidad en el medio social en el cual estamos insertos. Si hay mucho ego, no hay dudas sobre uno mismo y eso nos transforma en una roca emocional y nos enquista la concepción de que por sobre nosotros no hay nadie con más autoridad para decir lo que es y no es verdad.

Razonar

Considero que razonar es cansador, muchas veces frustrante y eternamente gustoso. Razonar es el ejercicio libre de mi derecho de ser quien quiero ser y planificar mi mundo y mis acciones en coordinación con lo que creo que es lo que me rodea y lo que considero que yo soy. Razonar es una acción pero no es sustantiva a la práctica de todo ser humano o al menos no es tan profunda. Razonar no es pensar, razonar tiene que ver con la razón, con un juicio y por ende requiere de información, pruebas y un criterio, criterio que se basa en mi moral, el lo que considero virtuoso y justo para mí y esperablemente para los demás. Pensar es algo más simple, más innato e impulsivo. Pensar toma menos tiempo y fatiga menos, el pensamiento es de corto plazo, más reactivo que preventivo, es un reflejo que nos damos como gusto los seres humanos que pero no requiere de un esfuerzo para perfeccionarlo y potenciarlo, es más para pensar no necesitamos descubrir cosas por nosotros mismos, basta que alguien nos diga que “eso es así” para que nosotros lo demos por hecho y basemos nuestras acciones desde algo que asumimos como cierto, en el pensamiento no se duda, en el razonamiento sí.

Requisitos del razonamiento.

El requisito básico del razonamiento es no dar nada por cierto, y lo que deriva de aquello es que la duda está siempre presente en quien dice ser un hombre de razón lo que genera un vida plena de incertidumbres y de búsquedas de respuestas que sólo te derivan a más preguntas, lo que hace que sea el vivir una búsqueda constante de la certeza de lo incierto.

El placer de la duda y la angustia de la duda.

Para muchos eso basta para sentir una angustia interminable, la incertidumbre para muchos es lo antagónico de la paz que uno debería sentir en la vida, de ahí que lo material, lo concreto, lo tangible y acumulable sea de tanta devoción para la mayoría de las personas, dado que no existe una cultura y menos una valorización del pensamiento y la reflexión no lucrativa, aquella que es no productiva de alguna cosa que podamos tocar y poseer.
Para otros, la inestabilidad de la atesorada certidumbre, esa pérdida de lo llamado objetivo ante el dominio de lo subjetivo (diferencia que no existe para Maturana) es una fuente interminable de energía, de motivaciones y de sentidos para pocos que no dejan de ser muchos. Acá en vez de predominar el temor a la incertidumbre, prima la curiosidad, el ego y el amor a saber, lo que para muchos es desde ya una soberana “lata”. Pues claro que uno se aburre al escuchar, leer o presenciar algo que a tus ojos no tiene sentido, por eso para muchos la filosofía, la política y/o cualquier cosas que requiere de ilustración y reflexión sean algo tan inútil como darse de cabezazos contra la pared.
Razonar es una manifestación sublime de nuestra humildad frente a la naturaleza, una actitud desafiante frente a la ignorancia y una actitud de búsqueda de lo virtuoso y bondadoso. Placer causa a quien busca respuestas el encontrar más puertas cuando ha llegado a un punto en que su respuesta ya está satisfecha de una manera en qué se abren más dudas. La incertidumbre imperecedera de la razón nos mantiene dinámicos y humanamente vivos. Mas esto no es simple, requiere de esfuerzo, de dedicación y lo más complejo de todo es que debemos alejarnos de la inercia social, renegar de la verdad, de lo establecido. Para un hombre de razón la vida es una aventura de búsqueda que tiene tantos caminos para transitar como personas que caminan. La razón es el placer de ser libres en nuestra realidad y es el derecho a vivir la vida desde nuestros propios ojos.

[1] (Resentido: Dícese de quien dice cosas que le duelen o molestan a otro y que tiene menos bienes y capital que de quien está opinando y se ha sentido.)


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