jueves, 29 de julio de 2010

Esas manitos dulces.

¿Has visto esas manos de piel dulce?... yo a veces las veo, pero pocas. Se esconden dentro de bolsillos como si fueran tímidas o muy coquetas, quizás se guardan del frío o se reservan para un momento especial.

Una vez hablé con una persona de manos de piel dulce, pero no eran sus manos las que daban olor a caramelo, eran sus palabras desconocidas. No sabía de muchas cosas que yo sabía, tenía la ventaja de ser un vividor de la vida al parecer, y además, como soy curioso, he intervenido muchas veces donde no me correspondía, eso da historias para contar y memorias para recordar. Pues bien, creo que todo le pareció interesante, pero me di cuenta con el tiempo que mis experiencias no eran más que un mito para sus oídos, como esos cuentos de los abuelos que saben más a invención que a realidad, pero no podemos negar que siempre nos queda la duda.

Manitos de piel dulce debimos tener todos en algún momento. Ahora que lo pienso, todos debimos haber llegados al mundo con manitos de piel dulce, frágiles como hilo de caramelo y fragantes como esperanza sol en un día nublado. Pero el tiempo a muchos les amarga la textura de sus manitos, ya no saben dulces como antes. Son manos desconfiadas, avaras y oscuras, son manos que sólo se dedican a contar sus dedos y a mirar los anillos que lucen las otras manos. A mí me gustan las manitos de pieles dulces.

Pues mañana, antes de salir a trabajar, bañaré mis manitos con miel de abejas parlanchinas, con mazapanes de instrumentos alegres y con almíbar de sueños en desarrollo… quizás sea ambicioso, pero me gustaría tener unas manitos de piel dulce como las que me ha tocado conocer a veces, aunque no me crean.

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