jueves, 8 de septiembre de 2011

Enemigo de humo.

Es difícil unir fuerzas cuando el enemigo es humo. Está ahí, disperso pero unido al mismo tiempo. Lo vemos pero se puede ver através de él. No es sólido pero penetra en nuestro organismo causándonos daño lentamente.
Todxs lo percibimos pero de manera diferente, incluso hay algunos que no les molesta, y si les molesta, su abulia de acción los obliga a mantenerse quietos, inmóviles a pesar que la nube tóxica los envuelve y los hace toser.
No ha costado entendernos a pesar que todos atacamos lo mismo, muchas teorías por donde abordar el problema, desde el origen del humo, a partir de los que no soportan el humo, provocar a lxs que el humo no les molesta, etc.
Así nos ha llevado el tiempo a un proceso de construcción de verdades a medias, que se originan desde la múltiples interpretaciones del problema o desde el sin fin de soluciones. Muchxs hablan de lucha, pero pegarle al humo cansa y no rinde.
El humo tiene un origen, necesita de algo que se combustione (mal), calor y oxígeno.
El calor lo entrega la adquirida necesidad de depredación de bienes de consumo, de la validación social por el tener.
El oxígeno es la inyección de necesidades modernas. Es el imperio de la soledad a causa del trabajo, la falta de tiempo para las caricias, la pérdida de la importancia de los otros como parte fundamental de nuestras vidas.
El combustible somos nosotros, nustras vidas, nuestros sueños.
La revolución no va en un cambio de estructura orgánica del aparato del Estado, la revolución va en que seamos revolucionados en el existir, hacer y ser diferente.
Cortemos el combustible.

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