Escribo principalmente por necesidad de ordenar mis ideas en el tiempo
presente. Muchas veces no son iguales a las del pasado y no es seguro que hoy
sean las mismas de mañana.
El hacer política no es fácil, o sea, el estar dentro de una máquina y ser “goma” de alguien o crecer a las
sombras de un personaje más popular y poderoso es sencillo, pues sólo necesitas
vocación de sumisión y aspiracionismo
sin mérito. Pero el -hacer política- requiere entre otras muchas cosas capacidad de construcción y de
creación, voluntad, constancia y claridad ideológica. La política existe en diferentes planos a
pensar que podría llegar a imaginarse que es una sola, pues todas buscan la
conquista del poder (o una forma del mismo) pero difieren en las formas de llegar
y el fin mismo de ese poder. Hoy, a inicios del siglo XXI, seguimos siendo
colonia de poderosos en Chile, pero poderosos sin naciones ni reinos, sino de
imperios financieros sin fronteras, racimos de familias herederas del poder
bancario y mercantil que surge sin contraparte a inicios del siglo XIX. Somos
colonia y nuestras tierras son sus patios de extracción de recursos para sus
industrias, otros países son fuente de esclavos llamados hoy asalariados industriales,
que son obreros calificados que muchas veces sólo trabajan por un techo y un
plato de comida para su familia. La búsqueda del “desarrollo” es el objetivo de
esta élite mundial y su discurso “ético” es la libertad, financiera y de “emprendimiento”,
pues si hablamos de libertades morales e intelectuales la represión mediática y
política no espera para dejarse caer.
Luego de leer algunos textos y
biografía de Fray Camilo Henríquez hoy en la mañana, a los que sumo “El Hombre
Mediocre” de José Ingenieros, “La Rebelión de las Masas” de Ortega y Gasset y “El
Engranaje” de J.P Sartre, se me incrusta en la mente mediante raíces profundas que, sin una masa amplia de críticos populares, sociales, ciudadanos, como quieran
llamarle, es imposible cambiar el rumbo cruel y autodestructivo de nuestra
civilización sin derramamiento de sangre entre hermanos. Esto lo digo porque me
da vueltas la idea de que la ignorancia y por ende, la falta de apetito
libertario del pueblo chileno, no permiten que las grandes revoluciones
sociales, necesarias para una vida más justa y equitativa, sean posibles o al
menos sustentables en la medida que logremos avanzar.
La gran masa del pueblo chileno
es ignorante sobre la evolución, origen y diseño la estructura del poder de
nuestra especie, de los sentidos y visiones que ha marcado la historia de la
humanidad, del génesis del presente, son ignorantes de la importancia de su
poder como seres libres y autodeterminados, son ignorantes de la fuerza de la
unión y han sido castrados del deseo de la construcción colectiva y les han
implantado la raíz de la avaricia, del ego y del individualismo. Para ellos y
ellas las concepciones de sociedades solidarias, no patriarcales, amables con
el medio ambiente y libres de excesos materialistas son sueños sin sentido de
revolucionarios dementes y hippies flojos. A las masas dormidas, los grupos mediocres de “tontos”
o “sarracenos” como les llamara a los timoratos de la nación don Fray Camilo
Henríquez, se les hace imposible imaginar siquiera una sociedad diferente a la
nuestra, no existen las herramientas cognitivas para construir un imaginario
colectivo que oriente una nueva humanidad, y tampoco existe en la cultural
actual capitalista amplios espacios para el desarrollo de lo distinto, al
contrario, nuestra cultura reproduce condiciones mentales en la sociedad para
que los mismos habitantes del planeta agredan y destruyan lo que llame a ser
diferente. El llamado “sentido común” y la moral de verdades reveladas son
máquinas de opresión y represión social efectivas en sociedad ignorantes y
conservadoras como la nuestra.
Es por ello que la idea de
combatir la ignorancia de las masas es el primer escalón para la re-evolución
de la civilización humana, y por ende depende de nuestra inteligencia como
personas activas en la política, utilizar la vida misma como ejemplo de que los
cambios son posibles, que no causan daño y que se pueden llevar a cabo sin
llegar a las muertes que acarrean siempre los cambios sociales profundos.
Muchos y muchas piensan que la
única manera de revolucionar la estructura de la sociedad es mediante el uso de
las armas y los levantamientos populares, pero eso es llamar a la muerte de hermanos
para la nada misma, pues toda violencia impone a la larga una nueva
tiranía hegemónica. Así pasamos de las monarquías a las repúblicas democráticas que sólo han
estado al servicio y beneficio de mercaderes y banqueros globales, pasamos de
una forma a otra, cambiamos los nombres pero los fines son similares, el sometimiento
y explotación de una gran masa de humanas y humanos para sostener el poder y
privilegios de unos pocos. Nada ha cambiado, a pesar que unos pocos esclavos
vivimos mejor hoy en día.
Lamentablemente en la mente de
muchas y muchos jóvenes “revolucionarios” está la idea absurda de que existe un
-dentro- y un -fuera- del sistema socio político capitalista. Le dan a las
estructuras formales de poder características de seres contaminados, símbolos
de paganismo ante la “pureza” de no estar -dentro- del sistema, así son “mejores”
y más válidos los líderes que no participan de las estructuras formales de
poder, porque por -fuera- es más válida la lucha. Acá la confusión de conceptos
tiene un origen en la necesidad de buscar espacios limpios de movilización ideológica,
que mantengan el mayor tiempo posible el discurso purista de las nuevas
ideologías (no definidas pero sí percibidas) pero en el fondo no tiene ningún
sentido más que el honorífico, no existe un -fuera- si los cambios se hacen mediante la lucha intelectual y social, pues ese es el escenario actual del sistema, la cancha donde se juega le hegemonía es en la mente del ser humano. Cuando llegue el momento y los poderosos reccionen con violencia, la defensa del pueblo movilizado mediante las armas será justificada, pero está claro que pensar en vencer a los servidores del capitalismo mediante la guerrilla en la actualidad es más utópico que el cambio social mediante la educación, la movilización y la contra-información.
Las estructuras de poder son destruibles
desde -fuera- sólo mediante la violencia militar, ahora ¿el fin? instaurar un nuevo orden socio/político que, llámese como se
quiera llamar, será un nuevo Estado, por ende habrán grupos reaccionarios,
disconformes o no beneficiarios del nuevo
orden y se organizarán para destruirlo de vuelta, y así sucesivamente por el
fin de los tiempos, la violencia como mecanismo de construcción es infértil si se buscan sociedad armónicas y fraternas. Por ende, cambiar la sociedad desde -fuera- sin violencia es
imposible, porque una vez que se comienza a combatir los diferentes brazos de la
hegemonía capitalista, se está en relación directa con las estructuras de poder
formal que la misma lógica capitalista ha creado.. Estar -dentro- de una
Federación de Estudiantes es ser parte de una estructura de poder formal que
responde a las lógicas de un “mini Estado”, donde hay una organización con
financiamiento, con poder sobre las estructuras de base (por ejemplo la
federación manipula y/o dirige las actividades a realizarse dentro de una
universidad) y con un fin político. Esta mini réplica de gobierno es
evidentemente una manifestación de la cultura hegemónica en otro plano, que por
muy -fuera- que se digan estar (por no militar en un partido político formal)
están completamente -dentro- de la forma en que procede el poder en nuestra
cultura. Son elegidos para dirigir masas, en elecciones que muchas veces no
representan ni siquiera a la mitad de los estudiantes ¿tienen validez
democrática?
Es por ello que el proceso de
formación y educación popular será la herramienta más importante a construir
para lograr generar los cambios intelectuales y de conciencia dentro de las
mentes humanas, para que estos hermanos estén en una sintonía moral y ética de
cómo queremos nuestra civilización.
No cabe duda alguna que la
educación es una herramienta ideológica, y si la educación por parte del Estado
se orienta a la reproducción de mentes clones con un formato útil para el
sistema actual, es importante una lucha contra hegemónica de educación e
información social que sea capaz de contrarrestar esta arremetida cognitiva que
insufla de vacío antivalóricos a las mentes populares.
Es por eso que se hace necesario
reconstruir un leguaje re-evolucionario que sea atractivo para el objetivo
educativo formador social, pues muchos caen en un discurso lleno de ira que por
muy objetivo y justo que sea causa efectos contrarios a la necesidad de
despertar conciencias afines a la idea de los cambios profundos. Mediante
golpes se aprende pero no se quiere y la sustentabilidad de la nueva
civilización dependerá del nivel de compromiso y empoderamiento que tengan las
nuevas generaciones con valores y principios que sean contrarios al capitalismo
a su forma de ordenar el tejido humano, que no es más que una máquina
productiva donde todas y todos somos piezas desechables de una industria de
poder y privilegios que unos pocos gozan.
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