lunes, 17 de noviembre de 2014

¿Será posible un frente amplio por una Asamblea Constituyente?

Es bastante cliché decir "la unidad hace la fuerza", pero es una gran verdad. A pesar de la posible modificación del sistema binominal, sabemos que una verdadera profundización de nuestra democracia complicaría tanto a la Alianza como a la Concertación (que habita dentro de la Nueva Mayoría), pues pondría en amenaza sus privilegios económicos y políticos. La fusión de distritos que se propone, generará en algunos casos una triplicación del número de electores a conquistar, haciendo de la campaña algo imposible para quienes no reciben cientos de millones de pesos en "aportes reservados". Además, a los partidos menos numerosos les cuesta tener candidatos realmente competitivos en todas las comunas, distritos o circunscripciones, lo que provoca una serie de partidos políticos con un 2-3% de votos que al final poco o nada logran influir en el accionar nacional. La fuerza más potente por fuera de ambos bloques tradicionales es el Partido Progresista, liderado por Marco Enríquez Ominami, quien a pesar de haber perdido la mitad de sus votantes, logró mantener los dos dígitos en los resultados de la última presidencial.

Los que están por fuera de la Nueva Mayoría (coalición de centro derecha) son un abanico heterogéneo de partidos y colectivos que lamentablemente tienen por deporte competir entre ellos. Liberales, Humanistas, Progresistas, Ecologistas, Igualdad, Autónomos, y muchos más difieren en cosas importantes; algunos son marxistas, otros socialistas, eco-socialdemócratas, cooperativistas, etc. Lo que quiero decir es que esta diversidad de alternativas ha mantenido hasta ahora un hábito sectario, o dicho de otra manera, de poca vocación de mayoría. Los purismos ideológicos sabotean la política de alianzas y los caudillismos generan conflictos que más tienen que ver con problemas personales entre dirigentes, que con diferencias irreconciliables en materia de programas políticos.

Pero no todo tiene que seguir igual. Hoy existe un común denominador que sobrepasa prácticamente cualquier diferencia política en los partidos externos al duopolio. LaAsamblea Constituyente. Ella nos obliga a mirar más allá de los intereses personales o partidistas, pues de lograrse, cada persona y organización se someterán a lo que se decida como nueva Constitución.

La Asamblea Constituyente es un excelente motivo para que seamos capaces de comenzar a concentrarnos en lo que nos parecemos, en vez de seguir afanados en elevar las diferencias. Cada quien que exige una Asamblea Constituyente sabe perfectamente que no será su partido, o los empresarios, o ningún grupo en particular quienes definan las nuevas reglas que regirán a Chile, pues lo que salga de aquella asamblea puede que ni se parezca a los que cada organización sueña, pero de eso se trata de la democracia, aprender a construir en diversidad. Es decir, todas nuestras diferencias pasan a un segundo plano cuando manifestamos el deseo de someternos a una construcción colectiva, democrática y popular de la carta madre.

La recuperación de la confianza entre todos estos partidos y colectivos políticos por una Asamblea Constituyente es el primer paso. Conversar, escuchar, trabajar en conjunto, pero por sobre todo ir generando coherencia entre lo que se dice en privado y lo que se expresa públicamente, dado que hay heridas presentes que sólo cicatrizarán cuando exista respeto paritario y enfoque en un proyecto común que nos ponga arriba de un frente amplio por una Asamblea Constituyente y que prepare a Chile para los desafíos del siglo XXI.

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