lunes, 24 de noviembre de 2008

Ideas Bien Vestidas



Las ideas son como la comida, no importa lo nutritiva que sea, importa más como se ve y cómo huele al momento de que se la coman.

Estamos imbuidos en la sociedad de la imagen, nos hemos esforzados para ser diferentes al otro por el simple placer que nos causa el ser distintos, exclusivos.

Si quieres unirte a algo, debes parecerte a ese algo, no en fondo porque eso no basta, el fondo va asociado a la forma, al engranaje visual, cultural, social.

La exclusión de lo diferente asegura la exclusividad, la sensación egocéntrica de ser yo, y claro, existen parecidos a mí pero no como yo.

El desgarro de vestiduras ante la pluralidad es un grito mudo de la insustancia, la pluralidad es tal mientras piensen algo tan distinto que no logra invadir mi feudo de ideas. En cambio, la pluralidad en terreno propio huele a invasión, a la posible destrucción de lo mío. Ahí entra lucha de quién dice la última palabra. No caben las pluralidades en el mismo tema ya que los dos no pueden definir lo que es único.

Las ideas distintas sirven y suman mientras no se topen, si hay contacto hay lucha, uno cede y el otro domina.

No sólo debemos ser inteligentes, debemos parecerlo. Entonces debe existir una imagen de lo que se considera inteligente.

Lo mismo sucede con otras cualidades humanas. Para ser responsables no sólo debes ser un hombre responsable, hay que lucir como tal. Reír poco y en privado, usar pantalón de tela, y camisa bien planchada dentro del pantalón, un celular que suene suave, pelo corto y oler bien.

Nadie duda de alguien fenotípicamente responsable o capaz. Por ende existe un monopolio social de cómo debes hablar, oler, vestir, para obtener el reconocimiento de los demás y el derecho a compartir ideas. Debes en otras palabras, comprar acciones para tener el derecho a opinar y pensar.

Debes comprar esa imagen, verte serio, verte responsable, verte sobrio para tocar temas serios, indispensables y complejos. Si no, no hay derecho, porque tus ideas no se “ven” como deberían.

Compro una imagen, no por gusto, si no por la necesidad de tener el derecho a ser escuchado. Hecho lamentable pero cierto.

2 comentarios:

Bárbara Medina Fierro dijo...

Es lamentable tener que disfrazarse de caballero o señorita para simplemente ser escuchado. Es realmente ridículo que tengamos que crear una nueva personalidad para ser parte de "algo", y aunque creo que estamos casi obligados crear otra cara, pienso que es mucho peor caer en el mismo juego.

Bárbara Medina Fierro dijo...

Y vaya que resulta, es cosa de observar a la gente con "puestos importantes" para darse cuenta que cualquiera puede estar en su lugar, solo necesitas el disfraz. Y aunque hay excepciones, son muy pocas.

Red contra la Violencia doméstica y Sexual

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