jueves, 26 de noviembre de 2009

La industrialización de la Educación


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La educación es un concepto muy particular, su etimología proviene de dos términos del latín, educare y eduxere; el primero hace referencia de una intervención externa, directiva al ser humano para que aprenda y el segundo concepto expone el desarrollo interior del individuo, lo que le sale de adentro.

Prácticamente existen tantas definiciones de educación como personas que opinan sobre la misma, pero si nos apegamos a sus orígenes habla de dos macro conceptos, uno que interviene en el individuo para inculcarle información y herramientas diversas (actitudinales, cognitivas, etc.) y otro indica la necesidad de la expresión libre del estudiante de sus deseos, el descubrimiento de sí mismo, de sus aspiraciones y habilidades.

Ésta última concepción nos permite inferir que hay un profundo componente individual en el proceso educativo. Cada ser humano aprende desde una perspectiva particular, existen tantas verdades como observadores[1] y eso ya nos limita el limitar el concepto educativo a formas uniformes de aprendizaje, dado que cada individuo aprende desde su particular realidad.

Ahora bien los sistemas educacionales implantados por Platón (y practicados previamente por su maestro Sócrates) como la Academia intentan seguir o extraer el conocimiento desde el individuo mediante la reflexión y la duda[2], es más nos dice en su texto La República: “No habrá pues, querido amigo, que emplear la fuerza para la educación de los niños; muy al contrario, deberá enseñárseles jugando, para llegar también a conocer mejor las inclinaciones naturales de cada uno”.

El mundo moderno ha seguido otro camino, y nuestro país es un referente de aquello. La uniformidad del aprendizaje viene por la implantación de la educación como una forma eficaz de imposición y control ideológico de concepciones de sociedad, de principios y valores particulares de los personajes poderosos que gobiernen en ese momento.

Así como en los años de la guerra fría existían dos polos ideológicos separados por el odio mutuo, los sistemas educativos eran reflejo de aquellas líneas de pensamientos. Por muchos años la educación formal estuvo en manos de la iglesia católica y era extremadamente elitista (si es que no lo sigue siendo ahora en algunos sectores de la población) y selectiva, acorde con la cultura social del Siglo XIX y principios del XX, siglo en dónde las directrices de enseñanza provenía del centralismo y autoritarismo de los gobiernos, (independiente del bando que sea), “el diseño de políticas públicas fue considerado responsabilidad exclusiva de los gobiernos. Decisiones y acciones que afectaban el derecho a educarse de una parte o toda la población de un país se generaban en un círculo privado. El diálogo de la ciudadanía, con el propósito de mejorar y validar la calidad de las decisiones públicas, no era habitual ni aceptado” (María Amelia Palacios, “La Propuesta ciudadana”. Noviembre 2006).

Ahora bien, no sólo la uniformidad ideológica y elitista de la educación se dio en los dos siglos pasados, en la actualidad y de manera evidente se siguen con las mismas prácticas pero con un maquillaje muy bien colocado.

El sistema nacional de educación es centralista, con un ministerio que diseña el currículum nacional de manera homogénea para todo el país. Un ejemplo de la manipulación de la información de la enseñanza es la omisión de la historiografía no oficial de hechos aberrantes que han sucedido en nuestro país como “la matanza en la escuela de Santa María de Iquique” el 21 de diciembre de 1907[3] o las verdaderas causas de la guerra del pacífico y del robo de territorio a los países vecinos[4]. Hay cosas que al parecer no se deben enseñar ni fomentar, para inculcar un chovinismo nacionalista y un apagón cívico en las futuras generaciones.

Bajo el gobierno militar en Chile, se disminuyeron las horas de las asignaturas humanistas a su mínima expresión, se cerraron carreras universitarias “peligrosas” para las intenciones de control absoluto de la voluntad de la población y se liberó al mercado la educación pública con la implantación de un sistema mixto educacional con particulares subvencionados por el Estado, todo esto acompañado con una sostenida disminución del presupuesto en educación llegando a su mínimo histórico en el año 1989.

Aún en el siglo XXI mantenemos el sistema educación diseñado y pensado por la ideología neoliberal abalada por las fuerzas armadas que gobernaban la década de los ochentas. Los gobiernos de la Concertación mantuvieron este modelo y lo validaron con el cambio de la LOCE por la LGE, en dónde nace por primera vez institucionalmente el concepto de “calidad en educación”, concepto que se encontraba en los discursos retóricos de los gobernantes y de las leyes pero nunca se había concretado en un organismo. La Agencia de Calidad en Educación impuesta por la LGE al parecer busca ejercer cierta autoridad sobre la educación que se imparte en los establecimientos educacionales chilenos, a modo de “certificaciones” de calidad que serán determinadas por instituciones ad hoc como posiblemente lo hará la Fundación Chile que ya tiene en ejercicio un sistema de generación de calidad en la enseñanza de los estudiantes.

El Estado por su parte ha intentado diseñar mecanismos que busquen esta tan deseada calidad de educación (para millones de niños diferentes entre sÍ) mediante el Sistema de Aseguramiento de Calidad de la Gestión Escolar (SACGE). Programa que desde su concepción, nuevamente yerra no sólo, en la no consideración de la diversidad de los individuos, si no que también atenta contra la inmensa diversidad territorial, cultural y social de los establecimientos educacionales.

En Chile la inversión en educación por parte del Estado es bastante menor a la que se inyecta por niño en los establecimientos particulares subvencionados y ni hablar de los particulares. La Ley SEP (subvención escolar preferencial) intenta regular esta balanza de clases sociales educativas, pero lamentablemente no existen los mecanismos de gestión ni el capital humano capacitado para gastar de manera eficiente esos recursos en el aprendizaje de los niños.

Es un error profundo el tratar de homogenizar el aprendizaje de los niños, no sólo por las diferencias de cada uno de ellos, si no también porque existen contradicciones de clases en los establecimientos educacionales (generada por el paradigma neoliberal), en dónde existe calidad para pobres, para clase media y para “acomodados”.

Imponer sistemas de control y gestión de calidad, con certificaciones varias, sólo presiona más al ya debilitado sistema municipal de educación.

Nadie está en contra de una educación de calidad, pero lo primero que debemos hacer es definir como país ¿ Qué es educación de Calidad?, y ¿Calidad para qué?. Otro aspecto a considerar es la diversidad cultural, social y territorial de los establecimientos educacionales en Chile, para que si deseamos imponer sistemas de calidad y de certificación de la misma, se haga en base a las realidades particulares de cada establecimiento, comuna, provincia y región, con políticas que se alineen con el concepto país de ciudadano que deseamos formar.

Establecer sistemas homogéneos de control y certificación de calidad para todos los establecimiento educacionales por igual; públicos, mixtos, privados, rurales, urbanos, mono-docentes, mapuches y aimaras, es considerar la formación de los niños un proceso de certificación industrial, en dónde las variables productivas a controlar son iguales en todas las fábricas, la cual se timbra a la salida de la misma con un certificado de calidad que indica que está listo para servir en el mercado.

No me extrañaría que luego tengamos niños con timbres en la frente que nos indiquen que están ya formaditos para servir al mundo productivo.


[1] El observador en cuanto tal necesariamente permanece siempre en un dominio descriptivo, vale decir, en un dominio cognoscitivo relativo. No es posible ninguna descripción de una realidad absoluta… la realidad cognoscitiva así generada dependerá inevitablemente del conocedor, y sería relativa a él. (Maturana y Varela, “De máquinas a Seres Vivos”, sexta edición 2006, Editorial Universitaria)

[2] Fernando Savater, “La aventura del pensamiento”, 2008. Editorial Sudamericana.

[3] Sergio Grez Toso ”Matanza de la escuela Santa María de Iquique (1907): Guerra interna preventiva del Estado chileno contra el Movimiento Obrero”.

[4] Armando de Ramón, “Historia de Chile” 2003. Editorial Catalonia Ltda.

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