domingo, 10 de enero de 2010

Un plan mal planificado.



Las células del cuerpo se inquietan, tratan de reacomodarse frente a la necesidad de esconder algo que ya no cabe dentro de sí. Es un momento extraño, ellos saben que será así, algo fuera de lugar que desea darse una prueba de fortaleza y analizar el ensayo de resistir la cercanía nuevamente.

No se cruzan las miradas, pero sólo se quieren ver. , hay que hacerse el fuerte y salir adelante, mantener la sonrisa tersa y una actitud transversal como si todo fuera como siempre.

Pasa el rato, . Cada quien hace el papel que debe cumplir, ni que su hubiesen puesto de acuerdo, esquivarse y verse sin ser vistos. Sale bien, el corazón alcanza su ritmo normal; están pasando la prueba, parece que nada queda de lo que había, un vacío de indiferencia es lo que ocupa en estos momentos las intenciones.

Las horas transcurren, los espectadores también entienden que la función ya no será como pensaban. Era atractivo ver que pasaría, jugar con fuego y navajas que ya quemaron y cortaron. La locura y la valentía se tomaron de la mano para luego saber que perdieron su tiempo.

Un instante, sólo un segundo, sólo un trozo del tiempo bastó para que las pieles despertaran de lo olvidado. Esa conexión entre el recuerdo, lo inmediato y lo futuro, todo al unísono en una coincidencia de pupilas enfrentadas , una falla en la planificación, faltó un segundo de bajada de guardia para sentir el golpe.

No hay problema, no es primera vez que pegan, siente la fuerza de esa intencionalidad y ya sabe recibir el impacto. Ya no es un niño y sabe que eso sólo es parte de la crueldad de la naturaleza humana de ofrecer lo que nunca debiste haber tomado.

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