jueves, 18 de febrero de 2010

Descontento útil y el inútil.


Ya lo creo, cada uno de nosotros está molesto con algo, porque la vida es así en parte, incómoda y desajustada a los ideales. Hay cosas que no podemos modificar en nuestra vida, es claro y nadie lo discute, pero eso no significa que debamos sentarnos a dejar que las cosas sigan así. El no actuar deja a las generaciones futuras una herencia de flojera moral que se transforma en karma. La disconformidad ante algo, debe estar acompañada de un acto antagónico, ni más ni menos. Cuando uno está disconforme con algo existe un fenómeno externo que nos evoca un desajuste entre lo que esperamos y lo que nos sucede, en un plano "moral" sería entre lo que consideramos correcto e incorrecto, y agrego además entre lo que me es bueno y no bueno.

Este desajuste puede venir desde uno mismo o desde el exterior, en otras palabras, uno puede ser el que está en "términos diferentes" con la realidad inmediata o puede ser que el fenómeno externo, sea opuesto a lo que entenemos de lo que debería ser. Claro está que estos desajustes de conformidad o ajustes de conformidad útil, sólo caben dentro de una mente con una moral establecida y consolidada; ocurre en un ser que ha definido en algún plano, principios de rectitud y diseño de futuro. Por el contrario, no ocurre el poetncial utilitario y de acción en un ser indiferente, no reflexivo, de moral costumbrista (esa que es porque así es) y de conformidad a corta distancia, este descontento es parte de su rutinaria vida, es un "es lo que hay" eterno, infinito e insoslayable, es en estos tipos de personas que el descontento es inútil y un lastre sostenido, ya que su manifestación es sólo una evacuación fecal para liberar presión como el par de "minutos de odio" de -1984- de Orwell.

Como vemos el primer sujeto, el consolidado en sus ideas y principios, tiene la posibilidad de tomar una actitud de modificación frente al desajuste. Eso sí, debe pasar por un proceso introspectivo para corroborar si es él quien debe modificar su juicio previo, frente al fenómeno que lo inquieta, o buscar un medio decente y digno de confrontación para intentar ajustar lo que debe con lo que cree que debe ser. Esto requiere de una valentía moral sólida, de una alta capacidad intelectual y de un grado de locura social, dado que la lógica le juega en contra; es claro que en lo inmediato tiene más que perder que ganar.

El descontento de inercia y la cobardía moral del descontento con potencial, son males endémicos de nuestra cultura. Pocos son los que se atreven (dentro de los que pueden) de hacer cosas concretas en contra de lo que considera incorrecto, ahí el individuo se transforma en un idealista y en un cancerbero de su utopía. De aquellos necesitamos si queremos cambios en el sistema, de esos locos lindos que sienten que al tirarle piedras a un tanque le hacen daño o de los que cultivando lechugas en su casa boicotean el sistema de mercado; para progresar en otro sentido necesitamos de esos que mantienen viva la llama de la dignidad y de la consecuencia.

Cuando logremos articular los descontentos útiles, a aquellos que han pensado el cómo hacer el ajuste, los que tienen la convicción de que las cosas deben cambiar, los que no tienen temor a perder algo en el intento y provoquemos un giro en el sistema y por ende en la forma de vida, ocurrirá lo siguiente: habrá un nuevo desajuste, uno para los que ya estaban ajustados y cómodos, esos otros serán quienes deberán reunirse para modificar nuevamente el entorno que no encaja con ellos, bajo su moral y concepto de lo correcto y lo incorrecto.


Esto no para nunca, sólo cambia de bando.

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