martes, 26 de abril de 2011

De -elite- a "papel -elite- usado"



Aún suenan en mi cabeza los cánticos de batalla de las elecciones 2009, ¿cómo olvidarlos?
Hay muchas formas de hacer campaña política pero me aventuraré a expresar tres formatos: ideas, demagogia y del terror. De las ideas mejor ni hablar, escasean, hacen agua, anoréxicas de contenidos y sentido país. Nuestra clase política acude a la guerra sucia en la actualidad, le gusta tirarse barro. La gracia es ensuciar al otro, mancharle el traje, sabotearle la prueba de la blancura para que tu opacidad brille más por contraste que por luces propias. Así entró a la gente y a la moneda este gobierno, con énfasis de ser lo contrario, sus trincheras fueron (y aún son) los errores, faltas y debilidades de los antecesores. Llegaron como la -elite-, como los intachables, los mejores. Hombres y mujeres diferentes, competentes en gestión y administración, expertos en eficiencia. Menos política y más empresa, lógica de la rentabilidad. Entraron disparando al enemigo, desprestigiándolo y denostando lo anterior... y acá están, con la guitarra desafinada aún intentando cantar "gobernaremos con los mejores".
Cercanos a los grandes negocios todos, fieles seguidores de la iglesia conservadora que se atribuye la luz moral de la sociedad; la mayoría de la cartera de ministros cuelga en sus muros títulos profesionales de la PUC y MBA del extranjero. Ni hablar de laicismo y de un Estado fuerte. Acá el derecho a consumir se transforma en un derecho humano fundamental, no así el decidir qué hacer con tu cuerpo y menos elegir con quién te acuestas, la libertad del hombre se limita a los negocios que puede hacer y a las cosas que puede comprar. La economía
El neoliberalismo juega con sus estrellas, los “chicago boys 2.0” tienen la sartén por el mango, un presidente exitoso, un especulador que compra barato y vende caro, no importan las multas y las dudosas jugadas financieras, la probidad en este mundo empresarial pasa por la línea fina de la interpretación de la ley, -si no hay delito, no hay falta-.
Así con nuestra “nueva” -elite- política, que ahora desentona con sus propias palabras prometidas y comprometidas. La falta de humildad, el arrogarse la pureza política absoluta pasa la cuenta a corto plazo, en un año hemos tenido el espectro completo de los vicios del ejercicio político, personalismos macabros, desórdenes administrativos, compras licitadas turbias y el “caso Kodama” como guinda de la torta. Quizás una inyección de humildad y de autocrítica nos salve de un gobierno que no sea capaz de cumplir, al menos, con una mínima parte de sus grandilocuentes promesas de campaña.

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