La política en una herramienta, y
por ende las personas la percibirán según el uso que se haga de ella. Como se
le ha dado un mal uso hace más de 20 años, la ciudadanía dice no querer saber
nada de política ni de los políticos, y entiendo la molestia, somos muchos los
que estamos irritados con la clase (o casta) política tradicional, que gobierna
de espalda al pueblo y de cara a los intereses particulares de los grandes
poderes económicos. Los partidos políticos son las instituciones públicas con
menos aprobación y credibilidad del país. Ya antes del aumento del padrón
electoral tenían menos del 1% de los votantes inscritos en sus filas, ahora ni
hablar. Frente a esta crisis de representatividad y de credibilidad, los dos
grandes bloques políticos, duopólicos bajo garantía constitucional, siguen
atornillando en el sentido contrario a las exigencias de la ciudadanía
movilizada, es más, la Concertación se autodenomina “la oposición política” y
me pregunto ¿a qué se oponen? En sus 20 años de gobierno hubo avances, pero
avances dentro de las lógicas del modelo socio/económico impuesto por la dictadura,
avances que han generado un país con una de las peores distribuciones de
riquezas del mundo (índice GINI) y con uno de los sistemas educativos más
segregados del planeta entre otras consecuencias nefastas de esta democracia “protegida”.
Los que nos oponemos a esta sociedad de consumo, individualista y privatizadora
no está en los partidos políticos serviles a los intereses económicos, la
verdadera oposición ya no escucha cantos de sirenas de la élite política, la
verdadera oposición está en las calles, en las movilizaciones ciudadanas con
nuevas banderas, con nuevas organizaciones. Si de verdad van a decir que son
oposición, no basta con decir que se está en contra del gato que hoy le toca
gobernar a los ratones.
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