domingo, 19 de enero de 2014

LA TOLERANCIA mal entendida y LA INTOLERANCIA bien entendida



LA TOLERANCIA mal entendida
y
LA INTOLERANCIA bien entendida

Ya es un hecho, la palabra -tolerancia- está puesta en la caja de herramientas del lenguaje de la sociedad completa, se habla de ella con una libertad absoluta y repetitiva, lo que está bien siempre y cuando la construcción abstracta del significado de este símbolo lingüístico tenga límites, dado que la -tolerancia- tiene bordes definidos que, si se atraviesan, se cae en un mal uso del concepto y con ello se provoca una distorsionada interpretación de la realidad de la convivencia social.

La moral humanista laica, aquella que es dinámica y fluida bajo el ritmo de la evolución de nuestra especie, que nace del aprendizaje constante de las sociedades, de sus errores y aciertos, de sus vergüenzas y orgullos, permite generar límites a nuestra libertad natural (al “humano animal”) y nos entrega los elementos de análisis (criterios) para tomar decisiones éticas. Es decir, nuestro aprendizaje histórico del -bien- y el -mal- levanta reglamentos tácitos (hábitos culturales) o concretos (como las leyes) que limitan nuestra libertad en beneficio de la convivencia social.

Entonces, estas reglas sociales de origen socio/histórico provocan la pérdida de la libertad natural del ser humano de “hacer lo que quiera”, definiendo lo -tolerable- y lo -intolerable- por el colectivo social. Podemos inferir que el hecho de vivir en sociedad provoca definiciones de lo que es permitido o no permitido, colocando límites a las intenciones de algunos de hacer o decir lo que le de la gana. Inteligentemente no todo es tolerable.

Cuando se usa mal un término de manera repetitiva y masiva, este símbolo pierde las definiciones de su significado, se distorsiona, genera creencias e interpretaciones personales y con ello desentendimiento en la comunicación, puente clave para la convivencia social. Eso pasa hoy con la palabra -tolerancia-, usada como excusa para poder exponer opiniones o acciones que ponen en peligro la sana convivencia social o lisa y llanamente, la agreden.

Los ignorantes del buen uso de la palabra se escudan (voluntaria o involuntariamente) en la -tolerancia- para agredir a otros, confundiendo una opinión virtuosa, siempre válida, con un vómito mental que no aporta nada al entendimiento, sino todo lo contrario, tensiona el ambiente y provoca, en algunos casos, quiebres en la relación entre humanos. Es por ello que es tan importante entender que la -tolerancia- es activa, no pasiva. Esta tolerancia activa significa la existencia de un criterio para la aplicación del concepto, es tolerable todo aquello que no atente la dignidad de otros, es tolerable toda idea u opinión que no ponga en peligro nuestro aprendizaje histórico sobre lo que es saludable para la convivencia social, es tolerable toda acción que no implique violanción a las libertades de otros y es tolerable toda concepción universal de la existencia y vida que no invada las cosmovisiones de otros u otras. La -tolerancia- no es sinónimo de permisividad para la violación, agresión, oprobios y semillas de odio contra otros. En estos casos, la intolerancia es lo correcto.

Es correcto oponerse a ideas, conceptos y/o acciones que permitan abrir la puerta a peligrosos hechos del pasado que tanto dolor y sufrimiento han causado a nuestra especie. Toda opinión de superioridad étnica debe ser intolerada en honor a las millones de vidas perdidas por permitir que tales ideas se infiltren en la comunicación común entre seres humanos. Acá no hago referencia a las diferencias físicas que nos otorga el 0,2% de variabilidad genética de la raza homo sapiens, de la cual todos derivamos, sino de lo peligroso que es pensar y sentir que el hecho de pertenecer a una cultura te otorga un grado de superioridad por sobre otras. Confundir las manifestaciones culturales del ser humano con la carga genética que todos tenemos es un delirio del determinismo hereditario que dio origen, por ejemplo al nazismo. Ya tuvimos experiencias con Mussolini y Hitler, con la Iglesia Católica y sus cruzadas e inquisiciones, ya aprendimos del apartheid sudafricano. El no aprender a cuidar lo que decimos o escudar ideas erróneas de superioridad étnica (soy/somos mejor que) es peligroso. Preocuparse de ello es sano, exponer lo peligroso que es, es necesario. Callar sería complicidad. Dudo que alguien quiera cargar con eso.

Hoy la intolerancia selectiva permite que repudiemos la violencia de género cuando algún personaje público hace gracias con comentarios misógenos, que en tiempos pasados eran celebrados como parte de nuestro hábito cultural. Pocos se atreven a defender la libertad de opinión de un homofóbico o de un clasista, pues es intolerable permitir cualquier gesto, por muy sutil que sea, que viole la dignidad de otros o que los coloque en un plano de inferioridad antojadizo.

Se puede mostrar orgullo de nuestros orígenes, pensamientos, ideas o acciones ¿Quién no lo hace?, pero ¡cuidado! Que la libertad innata de decir lo que pensamos no traiga consigo cargas anti valóricas implícitas o explícitas, a pesar de estar en un marco de felicidad. En la sutiliza de nuestro lenguaje se alojan las grandes diferencias del entendimiento, y con ello, más responsabilidad tendrá de cuidar sus formas quien presenta una plataforma de comunicación más elevada que otros.

Para concluir, el uso de la palabra -tolerancia- debe ser adecuado, contextualizado y definido a las acciones o exposiciones comunicacionales que no generen superioridad moral o hagan difusa la línea del respeto hacia los demás. El racismo, la xenofobia, el clasismo, la homofobia, lo misógeno, los nacionalismos, etc, tienen expresiones peligrosamente sutiles, que no deben ser toleradas con simplicidad dado lo importante que es evidenciar una semilla de riesgo para la convivencia social. Por muy leve que sea, por muy delgada la línea, siempre será más sano para sostener el respeto dentro de la riqueza de la diversidad humana, el recordar los límites que hemos aprendido como especie, utilizando con rectitud la tolerancia o la intolerancia en los casos que sea necesario.


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