domingo, 18 de julio de 2010

INDULTO BICENTENARIO “A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”



La discusión sobre el indulto que solicita la Iglesia Católica y la presión que esta ejercería sobre el actual presidente (manifiesto cristiano) sobre un asunto netamente judicial no hace más que dejar en notable evidencia la “bolsa de gato” que hay entre los poderes de Estado y las instituciones administradoras de la fe ciudadana.
Cabe destacar que en Chile el régimen presidencialista diseñado por Augusto Pinochet, otorga la facultad para que el ejecutivo, es decir, la presidencia, tome la última opción en materia de juicio en casos en que las condenas ya han sido resueltas por el poder judicial, lo que claramente desequilibra la autoridad de un organismo por sobre otro. Esto transforma a la figura del presidente en una especie de monarca, más que en un conductor del Estado. ¿Pulgar hacia arriba o pulgar hacia abajo?
Este poder anacrónico de nuestra institucionalidad es de gusto de todos los presidentes, ninguno de los cinco posteriores a la dictadura han intentado evitar pasar por encima de la justicia, les gusta ser los césares chilensis, tener ese poder de la última palabra sobre el destino de quienes suplican perdón y manifiestan su arrepentimiento.
Pues si hasta acá la cosa es ya poco armónica, debemos agregar el ingrediente que nunca falta, la súplica que la iglesia católica hace por todos sus hijos, no importando lo que estos hayan hecho y el daño que causaron, acá la moral social decretada por la justicia humano debe quedar por bajo de lo que demanda la palabra de Dios. La Iglesia demanda que lo correcto y virtuoso es liberar a quiénes la sociedad ha condenado, eso sería un acto de fe ante verdadera justicia y qué mejor que dar muestra de aquello cuando nuestro país celebrará 200 años su primera chispa de independencia.
El gran problema que tiene ahora Sebastían Piñera será la dicotomía de responder al respeto por la institucionalidad o a la fe y moral que dice que lo guía día a día. Cualquier decisión que tome le traerá comerse un sombrero. No olvidemos el uso frecuente y majadero del indulto por parte de Eduardo Frei a un narcotraficante en las batallas de campaña y tampoco podemos olvidar sus reiterados discursos de la fe y confianza en Dios como pilar de su accionar, lo que lo deja en un escenario complicado en el cual a nadie le gustaría estar.
Ahora no queda más esperar los actos de nuestro presidente, y soñar que se respete la institucionalidad de los poderes y  a quienes no comulgamos con la posibilidad de que una fe sea impuesta a todos los ciudadanos del país mediante un practicante de la misma, no olvidemos que Chile es un Estado laico y por lo tanto se debe gobernar para todos los chilenos y no sólo para los que confluyen en un visión religiosa de la construcción y manejo de una sociedad.

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